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Desarrollo


Capítulo CXXIV Que trata de la orden que el capitán Pedro de Villagran dio para entrar en la isla y de cómo fueron los indios desbaratados Llegadas las canoas adonde Pedro de Villagran estaba, recibió muy grande enojo de ver que habían acometido a los indios y tenía gran pena de ver malheridos algunos españoles. Luego mandó que llevasen cuatro caballos ensillados y que fuesen nadando hasta donde tomasen pie, y que luego cabalgasen sus dueños y saliesen en tierra para que hiciesen lugar a las canoas para que la gente de cristianos saliesen en tierra. Llegadas las canoas a la isla, y en tomando pie los caballos, cabalgaron sus dueños. Había en la entrada cien indios que se les defendían y los tres de a caballo cabalgaron, porque el otro caballo se soltó, que los indios les daban en qué entender. Aunque andaban los de a caballo entre ramas luego fueron desbaratados los indios y se retiraron donde estaba la demás gente, los cuales estaban en una ciénaga que al pie de la loma que tengo dicho estaba. Y los que iban huyendo tapaban indios que les iban a socorrer y aún defendían la entrada a los españoles. Y viendo que los españoles estaban muy a tierra, se volvían la demás gente, los cuales se habían rehecho en la playa, teniendo aquella laguna por delante, y tenían a sus hijos y mujeres por las espaldas. Llegados los españoles adonde estaban los indios, escomenzaron los indios a pelear tan animosamente. Era por dos cosas, que lo primero era que no tenían huida, y la otra por tener sus hijos e mujeres allí y que no las tenían seguras.

Y los españoles, que en semejantes tiempos no les suele faltar ánimo, pelearon con los indios más de dos horas grandes, y como los arcabuces y los filos de las espadas de los españoles no andaban perezosos, llevaron los cristianos a los indios hasta la laguna. Y no pudiendo resestir la fuerza de los cristianos, écharonse a nado, pensando escapar por allí las vidas. Y como había por donde ellos iban nadando a la tierra más cercana una legua y media, yendo en el camino y engolfados, y como se venía la tarde, levantóse un viento y tempestad furiosa que levantó las olas de la laguna que parecía mar. Y como iban cansados, se ahogaron todos, que fue una lástima muy grande de ver tantos cuerpos sobreaguados y echados por aquella playa de la laguna, que ahogados y muertos, ansí de españoles, fueron más de dos mil ánimas. Salieron doce españoles muy malheridos. Esta laguna tiene más de seis leguas de torno. Tiene esta isla que tengo dicho dentro otras dos pequeñas. Está media legua de la mar y legua y media de la ciudad Imperial. Y habida esta victoria, Pedro de Villagran se volvió a la ciudad. Fue tanto el miedo que los indios cobraron que no fue poco provecho. Y ansí, en este ejercicio acostumbrado y con el buen capitán que aquella ciudad tenía se sustentaban los naturales. Y ansí, en saliendo de juntas y fuerzas, salía Pedro de Villagran con sus compañeros y los desbarataba y no los dejaba juntar. Y de esta suerte temían tanto a los españoles que los llamaban "los cristianos de Cautén".

Y desde aquí adelante escomenzaron a comerse que hasta aquí no lo habían hecho, que los españoles lo supiesen. Y ansí donde salían españoles, hallaban cuartos de carne de indios e indias como carnicería, como tengo dicho, porque había algunos prencipales que se juntaban con sesenta o setenta indios y su ejercicio era andar por los caminos en tomar gentes para comer. Y a las que llegaban, no dejaban chico ni grande que no mataban, que era lástima de ver la destruición que entre estos bárbaros había. Estando Pedro de Villagran en esta sustentación, y cada día salían a correr la tierra, supo cómo en los puertos de Peltacaví había muy gran junta de indios y que habían hecho un fuerte, y habían llegado a él catorce españoles, y que los habían hecho retirar los indios. Estaba diez leguas de la ciudad.

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