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Cómo llegó la real audiencia a México, y lo que se hizo Ya he dicho en el capítulo pasado cómo su majestad mandó quitar toda la real audiencia de México, y dio por ninguna las encomiendas de indios que habían dado el presidente e oidores que en ella residían; porque los daban a sus deudos y paniaguados y a otras personas que no tenían méritos; y mandó su majestad que se los quitasen y los diesen a los conquistadores que estaban con Pobres repartimientos; y porque tuvieron noticia que no hacían justicia ni cumplieron sus reales mandatos; e mandó venir otros oidores que fuesen de ciencia y conciencia, y les encargó que en todo hiciesen justicia, y por presidente vino don Sebastián Ramírez de Villaescusa, que en aquella sazón era obispo de Santo Domingo, y cuatro licenciados por oidores, que se decían el licenciado Alonso Maldonado de Salamanca, y el licenciado Zainos, de Toro o de Zamora, y el licenciado Vasco de Quiroga, de Madrigal, que después fue obispo de Michoacan, y el licenciado Salmerón, de Madrid; y primero llegaron a México los oidores que llegase el obispo de Santo Domingo; y se les hizo dos grandes recibimientos, así a los oidores, que vinieron primero, como al presidente, que vino de ahí a pocos días; y luego mandaron pregonar residencia general, y de todas las ciudades y villas vinieron muchos vecinos y procuradores, y aun caciques y principales, y dieron tantas quejas del presidente e oidores pasados, de agravios y cohechos e injusticias que les habían hecho, que estaban espantados el presidente e oidores que les tomaban la residencia.

Pues los procuradores de Cortés les ponen tantas demandas de los bienes e hacienda que les hicieron vender en las almonedas, como dicho tengo antes de ahora, que si todo en lo que les condenaban hubieran de pagar, montaba sobre doscientos mil pesos de oro. Y como el Nuño de Guzmán estaba en Xalisco, e no quería venir a la Nueva-España a dar su residencia, respondía el Delgadillo y Matienzo en la residencia que les tomaban, que todas aquellas demandas que les ponían eran a cargo de Nuño Guzmán, que como presidente lo mandaba de hecho, y no eran a su cargo, y que mandasen enviar por él, que venga a México a descargarse de los cargos que le ponen; y puesto que ya había enviado a Xalisco la real audiencia provisiones para que pareciese personalmente en México, no quiso venir; y el presidente e oidores, por no alborotar la Nueva-España, disimularon la cosa, y hacen sabidor dello a su majestad, y luego enviaron sobre ello al real consejo de Indias a un licenciado que se decía fulano de la Torre, el cual decían que era natural de Badajoz, para que le tomase residencia en la provincia de Xalisco y para que le traiga preso a México y que le eche preso en la cárcel pública; y trajo comisión para que nos pagase el Nuño de Guzmán todo en lo que nos sentenció a los conquistadores sobre lo de Narváez, y lo de las firmas cuando nos echaron presos, como dicho tengo en el capítulo pasado que dello habla, y dejaré apercibiendo a este licenciado de la Torre para venir a la Nueva-España, y diré en qué paró la residencia.

Y es, que al Delgadillo y Matienzo les vendieron sus bienes para pagar las sentencias que contra ellos dieron, y los echaron presos en la cárcel pública por lo que más debían, que no alcanzó a pagar con sus bienes; y a un hermano de Delgadillo, que se decía Berrio, que estaba por alcalde mayor en Guaxaca, hallaron contra él tantos agravios y cohechos que había llevado, que le vendieron sus bienes para pagar a quien los había tomado, y le echaron preso por lo que no alcanzaba, y murió en la cárcel; y otro tanto hallaron contra otro pariente de Delgadillo que estaba por alcalde mayor en los zapotecas, que también se llamaba Delgadillo, como el pariente, y murió en la cárcel; y ciertamente eran tan buenos jueces y rectos en hacer justicia los nuevamente venidos, que no entendían sino solamente en hacer lo que Dios y su majestad manda, y en que los indios conociesen que les favorecían y que fuesen bien doctrinados en la santa doctrina; y demás desto, luego quitaron que no se herrasen esclavos, e hicieron otras buenas cosas. Y como el licenciado Salmerón y el licenciado Zainos eran viejos, acordaron de enviar a demandar licencia a su majestad para se ir a Castilla, porque ya habían estado cuatro años en México y estaban ricos y habían servido bien en las cargos que habían traído, e su majestad les envió licencia, después de haber dado residencia, que dieron muy buena; pues el presidente don Sebastián Ramírez, obispo que en aquella sazón era de Santo Domingo, también fue a Castilla, porque su majestad le envió llamar para se informar dél de las cosas de la Nueva-España y para ponerle por presidente en la cancillería real de Granada; y dende cierto tiempo lo pasaron a la de Valladolid y le dieron el obispado de Tuy; y dende a pocos días vacó el de León, y se le dieron, y era presidente, como dicho tengo, en la cancillería de Valladolid, y en aquel instante vacó el obispado de Cuenca, y se le dieron.

Por manera que se alcanzaban unas bulas de los obispados a otras, y por ser buen juez vino a subir en el estado que he dicho; y en esta sazón vino la muerte a llamarle, y paréceme a mí, según nuestra santa fe, que está en la gloria con los bienaventurados: porque, a lo que conocí y comuniqué con él cuando era presidente en México, en todo era muy recto y bueno, y como tal persona, había sido, antes que fuese obispo de Santo Domingo, inquisidor en Sevilla. Volvamos a nuestra relación, y diré del licenciado Alonso Maldonado, que su majestad le mandó que viniese a la provincia de Guatemala e Honduras e Nicaragua por presidente y gobernador, y en todo fue muy bueno y recto juez y gran servidor de su majestad, y aun tuvo título de adelantado de Yucatán por capitulación que tuvo hecha con su suegro don Francisco de Montejo. Pues el licenciado Quiroga fue tan bueno, que le dieron el obispado de Michoacan. Dejemos de contar destos prosperados por sus virtudes, y volvamos a decir del Delgadillo y Matienzo, que fueron a Castilla y a sus tierras muy pobres, y no con buenas famas; y dende a dos o tres años dijeron que murieron. E ya en esta sazón había su majestad mandado que viniese a la Nueva-España por visorrey el ilustrísimo y buen caballero, e digno de loable memoria, don Antonio de Mendoza, hermano del marqués de Mondéjar; y vinieron por oidores el doctor Quesada, natural de Ledesma, y el licenciado Tejada, de Logroño, y aun en aquel tiempo estaba por oidor el licenciado Maldonado, que aun no había ido a ser presidente de Guatemala; y también vino por oidor un licenciado que se decía Loaysa, natural de Ciudad-Real, y como era hombre viejo, estuvo tres o cuatro años en México, y allegó pesos de oro para irse a Castilla y se volvió a su casa; y de ahí a poco tiempo vino un licenciado de Sevilla, que se decía Santillana, que después fue doctor, y todos fueron muy buenos jueces; y después que se les hizo grandes recibimientos en la entrada de aquella ciudad, se pregonó residencia general contra el presidente e oidores pasados, y todos los hallaron muy rectos y buenos, y usaron de sus cargos conforme a justicia.

Y volviendo a nuestra relación cerca del Nuño de Guzmán, que se estaba en Xalisco, y como el virrey don Antonio de Mendoza alcanzó a saber que su majestad mandó venir al licenciado de la Torre a tomarle residencia en Xalisco y echarle preso en la cárcel pública, y hacerle que pagase al marqués del Valle lo que se hallase deberle, y a los conquistadores también nos pagase en lo que nos sentenció sobre lo de Narváez: por hacerle bien y porque no fuese molestado y afrentado, le envió a llamar que viniese luego a México sobre su palabra, y le señaló por posada sus palacios; y el Nuño de Guzmán así lo hizo, que se vino luego; y el Virrey le hacía mucha honra y le favorecía, y comía con él; y en este instante llegó a México el licenciado de la Torre, y como traía mandado de su majestad que luego echase preso a Nuño de Guzmán y que en todo hiciese justicia, puesto que primero lo comunicó con el virrey, y parece ser no halló tanta voluntad para ello como quisiera, acordó de le sacar de la posada del virrey, a do estaba; y decía a voces: "Esto manda su majestad así se ha de hacer, y no otra cosa"; y lo llevó a la cárcel pública de aquella ciudad, y estuvo preso ciertos días, hasta que rogó por él el virrey, que le sacaron de la cárcel; y como conocieron en el de la Torre que traía recios aceros para no dejar de ejecutar la justicia, y tomar residencia muy a las derechas al Nuño de Guzmán: y como la malicia humana muchas veces no deja cosa en que pueda infamar que no infame, parece ser que, como el licenciado de la Torre era algo aficionado al juego, especial de naipes, puesto que no jugaba sino al triunfo, e a la primera por pasatiempo; quien quiera que fue, por parte de Nuño de Guzmán, como en aquel tiempo se usaban traer unos tabardos con mangas largas, especial los juristas, metieron en una de las mangas del tabardo del licenciado de la Torre una baraja de naipes de los chicos, y ataron la manga de arte que no se pudiesen salir en aquel instante; e yendo el licenciado por la plaza de México, acompañado de personas de calidad, quien quiera que fue en meterle los naipes, tuvo manera que se le desató, e saliéronsele los naipes pocos a pocos, y dejó rastros dellos en el suelo en la plaza por donde iba, e las personas que le iban acompañando, desque vieron salir de aquella manera los naipes, se lo dijeron, que mirase lo que traía en la manga del tabardo.

Y cuando el licenciado vio tan grande burla dijo con grande enojo: "Bien parece que no quieren que haga yo justicia a las derechas; mas si no me muero, yo la haré de manera que su majestad sepa deste desacato que conmigo se ha hecho"; y dende a pocos días cayó malo, y de pensamiento dello o de otras cosas que le ocurrieron, de calenturas murió. Y luego proveyó la audiencia real, juntamente con el virrey, del poder que traía el de la Torre a un hidalgo que se decía Francisco Vázquez Coronado, natural de Salamanca, y era muy íntimo amigo del visorrey, y todo se hizo de la manera que el Nuño de Guzmán quiso, en la residencia que le tomaron. Este Francisco Vázquez de Coronado fue desde a cierto tiempo por capitán a la conquista de Cibola, que en aquel tiempo llamaban "las siete ciudades", y dejó en su lugar en la gobernación de Xalisco a un Cristóbal de Oñate, persona de calidad, y el Francisco Vázquez era recién casado con una señora hija del tesorero Alonso de Estrada, y demás de ser llena de virtudes era muy hermosa, y como fue aquellas ciudades de la Cibola, tuvo gana de volver a la Nueva-España y a su mujer, y dijeron algunos soldados de los que fueron en su compañía, que quiso remedar a Ulises capitán greciano, que se hizo loco cuando estaba sobre Troya para venir a gozar de su mujer Penélope; así hizo Francisco Vázquez Coronado, que dejó la conquista que llevaba, y le dio ramo de locura y se volvió a su mujer, y, como se lo daban en cara de se haber vuelto de aquella manera, falleció dende a pocos días.

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