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Datos principales


Desarrollo


Cómo volvieron los capitanes que nuestro capitán envió a ver las minas e a hondar el puerto e río de Guazacualco El primero que volvió a la ciudad de México a dar razón de a lo que Cortés los envió, fue Gonzalo de Umbría y sus compañeros, y trajeron obra de trescientos pesos en granos, que sacaron delante de los indios de un pueblo que se dice Zacatula, que, según contaba el Umbría, los caciques de aquella provincia llevaron muchos indios a los ríos, y con unas como bateas chicas lavaban la tierra y cogían el oro, y era de dos ríos; y dijeron que si fuesen buenos mineros, y la lavasen como en la isla de Santo Domingo o como en la isla de Cuba, que serían ricas minas; y asimismo trajeron consigo dos principales que envió aquella provincia, y trajeron un presente de oro hecho en joyas, que valdría doscientos pesos, e a darse e ofrecerse por servidores de su majestad; y Cortés se holgó tanto con el oro como si fueran treinta mil pesos, en saber cierto que había buenas minas; e a los caciques que trajeron el presente les mostró mucho amor y les mandó dar cuentas verdes de Castilla, y con buenas palabras se volvieron a sus tierras muy contentos. Y decía el Umbría que no muy lejos de México había grandes poblaciones y otra provincia que se decía Matalcingo; y a lo que sentimos y vimos, el Umbría y sus compañeros vinieron ricos con mucho oro y bien aprovechados; que a este efecto le envió Cortés para hacer buen amigo de él por lo pasado que dicho tengo, que le mandó cortar los pies.

Dejémosle, pues volvió con buen recaudo, y volvamos al capitán Diego de Ordás, que fue a ver el río de Guazacualco, que es sobre ciento y veinte leguas de México; y dijo que pasó por muy grandes pueblos; que allí los nombró, e que todos le hacían honra; e que en el camino de Guazacualco topó a las guarniciones de Montezuma que estaban en frontera, e que todas aquellas comarcas se quejaban dellos, así de robos que les hacían, y les tomaban sus mujeres y les demandaban otros tributos. Y el Ordás, con los principales mexicanos que llevaba, reprendió a los capitanes de Montezuma que tenían cargo de aquellas gentes, y les amenazaron que si más robaban, que se lo harían saber a su señor Montezuma, y que enviaría por ellos y los castigaría, como hizo a Quetzalpopoca y sus compañeros porque habían robado los pueblos de nuestros amigos; y con estas palabras les metió temor; e luego fué camino de Guazacualco, y no llevó más de un principal mexicano; y cuando el cacique de aquella provincia, que se decía Tochel, suyo que iba, envió sus principales a le recibir, y le mostraron mucha voluntad, porque aquellos de aquella provincia, y todos tenían relación y noticia de nuestras personas, de cuando venimos a descubrir con Juan de Grijalva, según largamente lo he escrito en el capítulo pasado que dello habla; y volvamos ahora a decir que, como los caciques de Guazacualeo entendieron a lo que iba, luego le dieron muchas grandes canoas, y el mismo cacique Tochel, y con él otros muchos principales sondearon la boca del río, e hallaron tres brazas largas, sin la de caída, en lo más bajo; y entrados en el río un poco arriba, podían nadar grandes navíos, e mientras más arriba más hondo.

Y junto a un pueblo que en aquella sazón estaba poblado de indios pueden estar carracas; y como el Ordás lo hubo sondeado y se vino con los caciques al pueblo, le dieron ciertas joyas de oro y una india hermosa, y se ofrecieron por servidores de su majestad, y se le quejaron de Montezuma y de su guarnición de gente de guerra, y que había poco tiempo que tuvieron una batalla con ellos, y que cerca de un pueblo de pocas casas mataron los de aquella provincia a los mexicanos muchas de sus gentes, y por aquella causa llaman hoy en día, donde aquella guerra pasó, Cuilonemiqui, que en su lengua quiere decir "donde mataron los putos mexicanos"; y el Ordás les dio muchas gracias por la honra que había recibido, y les dio ciertas cuentas de Castilla que llevaba para aquel efecto, y se volvió a México, y fue alegremente recibido de Cortés y de todos nosotros; y decía que era buena tierra para ganados y granjerías, y el puerto a pique para las islas de Cuba y de Santo Domingo y de Jamaica, excepto que era lejos de México y había grandes ciénagas. Y a esta causa nunca tuvimos confianza del puerto para el descargo y trato de México. Dejemos al Ordás, y digamos del capitán Pizarro y sus compañeros, que fueron en lo de Tustepeque a buscar oro y ver las minas, que volvió el Pizarro con un soldado solo a dar cuentas a Cortés, y trajeron sobre mil pesos de granos de oro sacado de las minas, y dijeron que en la provincia de Tustepeque y Malinaltepeque y otros pueblos comarcanos fue a los ríos con mucha gente que le dieron, y cogieron la tercia parte del oro que allí traían, y que fueron en las sierras más arriba a otra provincia que se dice los chinantecas, y como llegaron a su tierra, que salieron muchos indios con armas, que son unas lanzas mayores que las nuestras, y arcos y flechas y pavesinas, y dijeron que ni un indio mexicano no les entrase en su tierra; si no, que los matarían, y que los teules que vayan mucho en buen hora; y así, fueron, y se quedaron los mexicanos que no pasaron adelante; y cuando los caciques de Chinanta entendieron a lo que iban, juntaron copia de sus gentes para lavar oro, y le llevaron a unos ríos, donde cogieron el demás oro que venía por su parte en granos crespillos, porque dijeron los mineros que aquello era de más duraderas minas, como de nacimiento; y también trajo el capitán Pizarro dos caciques de aquella tierra, que vinieron a ofrecerse por vasallos de su majestad y tener nuestra amistad, y aun trajeron un presente de oro; y todos aquellos caciques a una decían mucho mal de los mexicanos, que eran tan aborrecidos de aquellas provincias por los robos que les harían, que no podían ver, ni aun mentar sus nombres.

Cortés recibió bien al Pizarro y a los principales que traía, y tomó el presente que le dieron, y porque ha muchos años Ya pasados, no me acuerdo qué tanto era; y se ofreció con buenas palabras que le ayudaría y sería su amigo de los chinantecas, y les mandó que fuesen a su provincia; y porque no recibiesen algunas molestias en el camino, mandó a dos principales mexicanos que los pusiesen en sus tierras, y que no se quitasen dellos hasta que estuviesen en salvo; y fueron muy contentos. Volvamos a nuestra plática: que preguntó Cortés por los demás soldados que había llevado el Pizarro en su compañía, que se decían Barrientos y Heredia "el viejo" y Escalona "el mozo" y Cervantes "el chocarrero"; y dijo que porque les pareció muy bien aquella tierra y era rica de minas, y los pueblos por donde fuimos muy de paz, les mandó que hiciesen una gran estancia de cacaguatales y maizales y pusiesen muchas aves de la tierra y otras granjerías que había de algodón, y que desde allí fuesen catando todos los ríos y viesen qué minas había. Y puesto que Cortés calló por entonces, no se lo tuvo a bien a su pariente haber salido de su mandado, y supimos que en secreto riñó mucho con él sobre ello, y le dijo que era de poca calidad querer entender en cosas de criar aves e cacaguatales; y luego envió otro soldado que se decía Alonso Luis a llamar los demás que había dejado el Pizarro, y para que luego viniesen llevó un mandamiento; y lo que aquellos soldados hicieron diré adelante en su tiempo y lugar.

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