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Desarrollo


Capítulo 40 De cómo en llegando en tiempo de meter a su hijo o hija donde le havían prometido, se juntavan todos los parientes ancianos y avisavan al mochacho o muchacha del voto que sus padres havían hecho, y del lugar donde havía de entrar, y de la vida que havía de tener El padre del moçuelo o de la muçuela, después de haverle llevado al calmécac delante de los maestros o maestras que le havían de criar, hablávanle de esta manera: "Hijo mío -o hija mía-, aquí estás presente donde te ha traído nuestro señor, que está en todo lugar, y aquí están tu padre y tu madre que te engendraron, y aunque es ansí que son tu padre y tu madre que te engendraron, más verdaderamente son tu padre y tu madre los que te han de criar y enseñarte las buenas costumbres y te han de abrir los ojos y los oídos para que veas y oyas. Ellos tienen autoridad para castigar y para herir y para reprender a sus hijos que enseñan. Oye, pues, agora, y sábete que cuando eras tierno y muy niño te prometieron y te ofrecieron tu padre y tu madre para que morasses en esta casa del calmécac, para que aquí barras la casa y la limpies por amor de nuestro señor y hijo nuestro Quetzalcóatl, y por esta causa agora tu padre y tu madre, que aquí estamos, te venimos a poner aquí, donde has de estar y donde eres hijo proprio. Oye, hijo mío muy amado. Ya has nacido y vives en este mundo, a donde te embió nuestro señor. No venistes como estás agora, ni sabías andar, ni hablar, ni hazer ninguna cosa antes de agora.

Hate criado tu madre, y por ti padeció muchos trabajos. Guardávate cuando dormíes, y limpiávate las suciedades que echavas de tu cuerpo, y manteníate con su leche. Y agora, que eres aún pequeñuelo, ya vas entendiendo y creciendo; agora ve a aquel lugar donde te ofrecieron tu padre y tu madre, que se llama calmécac, casa de lloro y de tristeça, donde los que allí se crían son labrados y agujerados como piedras preciosas, y brotan y florescen como rosas. De allí salen como piedras preciosas y plumas ricas, serviendo a nuestro señor, y allí resciben sus misericordias. En aquel lugar se criaron los que rijen, señores y senadores y gente noble, que tienen cargo de los pueblos. De allí salen los que poseen agora los estrados y sillas de la república, donde los pone y ordena nuestro señor, que está en todo lugar; también los que están en los oficios militares, que tienen poder de matar y derramar sangre, allí se criaron. Por esto conviene, hijo mío muy amado, que vayas allí muy de voluntad y que no tengas afección a ninguna cosa de tu casa. Y no pienses, hijo, dentro de ti: 'Vive mi madre y mi padre; viven mis parientes; floresce y abonda en mi casa donde nací; hay riquezas y mantenimientos; tengo bien de comer y bever; es lugar donde nací; es lugar deleitoso y abondoso'. No te acuerdes de ninguna de estas cosas. Oye lo que has de hazer, que es varrer y coger las barredoras, y adereçar las cosas que están en casa; hasta de levantar de mañana, velarás de noche.

Lo que te fuere mandado harás, y el oficio que te dieren tomarás. Y cuando fuere menester saltar o correr para hazer algo, hazerlo has. Andarás con ligereça; no serás perezoso; no serás pesado. Lo que te mandaren una vez, hazlo luego. Cuando te llamaren una sola vez, irás luego con ligereça y corriendo; no esperes que te llamen dos vezes. Aunque no te llamen a ti, ve a donde llamen luego corriendo, y harás de presto lo que te mandaren hazer. Y lo que sabes que quieren que se haga, hazlo tú. Mira, hijo, que vas no a ser honrado, no a ser obedecido ni estimado. Has de ser humilde y menospreciado y abatido; y si tu cuerpo cobrare brío o soberbia, castígale y humíllale. Mira que no te acuerdes de cosa carnal. ¡Oh, desventurado de ti, si por ventura admitieres dentro de ti algunos pensamientos malos o suzios! Perderás tus merecimientos y las mercedes que dios te hiziera, si admitieras tales pensamientos. Por tanto, conviénete hazer toda tu diligencia para desechar de ti los apetitos sensuales y briosos. Nota lo que has de hazer, que es cortar cada día espinas de maguey para hazer penitencia, y ramos para enramar los altares. Y también havéis de hazer sacar sangre de vuestro cuerpo con la espina de maguey, y bañaros de noche, aunque haga mucho frío. Mira que no te hartes de comida; sé templado; ama y exercita la abstinencia y ayuno. Los que andan flacos y se les parecen los huessos no dessean su cuerpo y sus huessos las cosas de la carne, y si alguna vez viene este desseo, presto pasa como una calentura de enfermedad.

No te cubras ni uses de mucha ropa; endurézcase tu cuerpo con el frío, porque a la verdad vas a hazer penitencia y vas a demandar mercedes a nuestro señor, y vas a procurar sus riquezas, y a meter la mano en sus cofres. Y cuando fuere tiempo de ayuno de precepto para enflaquecer el cuerpo, mira que no quiebres el ayuno. Haz todo lo que hazen los otros; no lo tengas por pesado; apechuga con el ayuno y con la penitencia. También, hijo, has de tener mucho cuidado de entender los libros de nuestro señor. Allégate a los sabios y hábiles, y de buen ingenio. ¡Oh, hijo, muy amado! Mira que ya entiendes, ya tienes discreción; no eres como gallina. Nota otro aviso con que complimos contigo los viejos y sabios que somos. Guárdale muy bien dentro de ti. Mira que no le olvides. Y si te reyeres de ello, serás mal aventurado. Muchas otras cosas te serán dichas y oirás allá adonde vas, porque es casa donde se deprenden muchas cosas. Y con esto que te digo juntarás lo que allá oyeres, que es la doctrina de los viejos, que es: si alguna cosa oyeres y te fuere dicha y no la entendieres derechamente, mira que no te rías de ella. ¡Oh, hijo mío muy amado! Tiempo es que vayas a aquella casa donde estás prometido. Comiença a exercitar la escoba y el incensario que se llama tlenamactli." Síguese la plática con que hablan a la moçuela cuando le llevan al calmécac. Los viejos, cuando hablan al moçuelo, no hazen pláticas prolixas, sino en buena manera; mas las viejas, cuando hablan a las moçuelas, hazen las pláticas prolixas, porque las que hablan havían estado en el monasterio, y así eran bachilleras.

Dize de esta manera la vieja que habla a la mocuela que va a entrar en el monasterio: "Hija mía muy amada, chiquita, delicada, palomita, la más amada. Ya havéis oído y entendido las palabras de vuestros padres que aquí están. Cosas preciosas os han dicho, y raras como piedras preciosas muy resplandecientes, y como plumas ricas muy verdes y muy anchas y muy perfectas, que las tenían guardadas en su pecho y en su garganta. Lo que yo agora quiero hazer es ayudar a los que han hablado antes de mí, y tomar la mano por ellos, aunque son padres y madres, y como tales han hablado, y son discretos y sabios, y son como candela y lumbre, y como espejo. Oye, hija mía muy amada, cuando eras chiquita y ternecita, aquí están los que te engendraron, que son tu padre y tu madre, de los cuales eres sangre y carne, en tu ternura y en tu niñez te prometieron y te ofrecieron a nuestro señor, el cual está en todo lugar, para que seas una de las perfectas hermanas de nuestro señor, de las hermosas vírgines que son como piedras preciosas y como plumas ricas, para que entres y vivas donde están en su guarda y recogimiento con las religiosas vírgines de calmécac. Y agora que ya eres de edad de discreción, ruégote que de todo tu coraçón cumplas el voto que ellos hizieron. Mira que no le desbarates tú, ni le deshagas o destruyas, pues que ya eres adulta y no eres niña, sino que entiendes. Y mira que no vas a alguna casa de malas mugeres donde se vive mal, que no vas sino a la casa de dios, donde dios es llamado y adorado con lloros y con lágrimas, y es casa de devoción, y donde nuestro señor comunica sus riquezas y sus siervas hinchen las manos de sus dones, y donde se demanda y se busca con penitencia su amor y su amistad.

En este lugar quien llora y quien es devoto, y quien suspira, y quien se humilla, y quien se llega a nuestro señor, haze gran bien para sí, porque nuestro señor le dará sus dones y le adornará y hallará merecimientos y dignidad, porque nuestro señor a ninguno menosprecia ni desecha. Y por el contrario, el que menosprecie y desdeña el servicio de nuestro señor, él mismo haze barranco y sima en que caya, y nuestro señor le herirá y le apedreará con podredumbre del cuerpo, con ceguedad de los ojos o con otra enfermedad, para que viva miserable sobre la tierra, y se enseñoree de él la miseria, la pobreça y la última aflicción, la última desventura. Por lo cual, hija mía muy amada, te aconsejo que de tu voluntad con toda paz vayas y te juntes con las vírgines muy amadas, hermanas de nuestro señor, que se llaman las hermanas de penitencia, que lloran con devoción y en aquel sancto lugar. Ves aquí lo que has de hazer; ves aquí el voto que has de guardar. Nunca te has de acordar ni ha de llegar a tu coraçón, ni jamás has de rebolver dentro de ti cosa ninguna carnal. Ha de ser tu voluntad y tu desseo y tu coraçón como una piedra preciosa y como un zafiro muy fino. Has de hazer fuerça a tu coraçón y a tu cuerpo para olvidar y echar lexos de ti toda delectación carnal. Has de tener cuidado ansimismo, continuamente, de varrer y limpiar la casa de nuestro señor, y también has de tener cuidado de la comida y bevida de nuestro señor, que está en todo lugar, y aunque es verdad que no tiene necessidad de comer y de bever como los hombres mortales, sino de solamente ofrenda, por lo cual deves apechugar con el trabaxo de muler y de hazer cacáoatl para ofrecer.

Has de tener gran cuenta ansimismo con la obediencia. No esperes que dos vezes seas llamada. La buena doctrina y el aprovechamiento en la virtud y la reverencia, y el temor, y la humildad y paz es la verdadera nobleza y la verdadera generosidad. Mira, hija, que no seas disoluta o desvergunçada o desbaratada. Vivan las otras como quisieren; no sigas el mal exemplo, ni las malas costumbres de las otras. Y esto deves de notar mucho, que te humilles y te encorbes. Procura con todas tus fuerças de te llegar a nuestro señor; llámale, y dale vozes con toda devoción. Hija mía muy amada, nota lo que te digo; no te demandarán cuenta de lo que las otras hazen; en este mundo de nuestras obras hemos de dar cuenta. Hagan los otros lo que quisieren; ten tú cuidado de ti misma. Mira que no te desvíes del camino derecho de nuestro señor; mira que no tropieces en alguna ofensa suya. Con lo dicho cumplen contigo tus madres y tus padres y tus hermanas mayores. Hija mía, vete en hurabuena a la casa de tu religión".

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