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Capítulo 35 De los afectos y lenguaje que usavan los embaxadores embiados de los señores de otros pueblos a saludar a la criatura y a sus padres, y de lo que respondían de parte de los saludados ¡Oh, señor nuestro y persona valerosa, y nieto mío muy amado! Tenéis vida y ser, y obráis. No querría embaraçaros en vuestra ocupaciones. He venido a vuestra presencia delante de quien estoy aquí en pie. Hame embiado, hame acá encaminado vuestro hermano el señor N, que rije tal pueblo, y díxome: "Anda ve, ve a N, mi hermano que vive y govierna. Salúdale de mi parte, porque he oído que nuestro señor ha hecho misericordia con él en darle un hijo, su hechura. Dile que desde acá le saludo, porque ha nacido y ha llegado a este mundo su piedra preciosa y su pluma rica, que es planta y generación de nuestros señores, los reyes que pasaron y dexaron su generación como pedaços de sí mismos, que son sus cabellos y sus uñas; y es su sangre y su imagen. Ha brotado, ha florescido la fama y gloria que ha de resuscitar la memoria y la gloria de sus antepasados, abuelos y visabuelos. Les ha dado nuestro señor su imagen y su retrato. No sabemos lo que querrá nuestro señor; no sabemos lo que piensa ni lo que dize; no sabemos si le prosperará; no sabemos si tenemos méritos para gozar de esta piedra preciosa y de este sartal de zafiros; no sabemos si se criará; no sabemos si vivirá algún tiempo; no sabemos si servirá a nuestro señor algunos años; no sabemos si llegará a regir el pueblo; no sabemos si la república le merecerá; no sabemos si ante que llegue a edad le llamará para sí y le llevará para sí, pues que es su señor y padre.

Lo que agora conviene es que esperemos la determinación de nuestro señor por quien vivimos, que está en todo lugar". Estas pocas palabras han oído, con que os saluda N, ¡oh, señores nuestros! Señor nuestro, persona valerosa y rey, desseo que viváis mucho tiempo y exercitéis vuestro oficio. Haviendo dicho esto el mensajero, levantávase luego uno de los viejos que estavan presentes e respondía por el niño y por los padres del niño, y también por los viejos que estavan presentes y por las viejas. Dezía de esta manera: Señor mío, seas muy bien venido. Havéis venido a hazer misericordia con el trabajo de vuestro coraçón. Havéis venido a traer mensaje de salutación de padre y de madre, según era la costumbre de los antiguos viejos y viejas, el cual está atesorado y muy bien doblado en vuestras entrañas y en vuestra garganta, cosa, cierto, rara. Havéis dicho palabras de salutación al niño rezién nacido, el cual ha sido embiado por nuestro señor, el cual, aunque no habla, enderegáis vuestras palabras a nuestro señor y a él oráis, el cual está en todo lugar, y él es el padre y criador y el señor de este niño. Qué sea su voluntad, no lo sabemos. No sabemos si le lograremos; no sabemos si tenemos merecimientos para ello; no sabemos si se criará; no sabemos si vivirá; no sabemos si algún tiempo le dará nuestro señor para que le sirva y para que sea imagen y retrato, y para que levante la fama y loor de nuestros señores sus progenitores, los señores y senadores sus antepasados; no sabemos si en él brotará y florescerá la fama y gloria de nuestros señores sus antecesores, ni sabemos que carezca de merecimientos y dignidad; no sabemos si chiquito como es le llevará nuestro señor, porque no solamente los viejos y las viejas mueren, mas antes todos los días de esta vida mueren aquellos a quien llama nuestra madre y padre, el dios del infierno, que se llama Mictlantecutli: unos que están en la cuna, otros que ya son mayustillos y andan burlando con las texuelas, otros que ya quieren andar, otros que ya saben bien andar.

También van mugeres de media edad y hombres de perfecta edad, y de esta manera no tenemos certidumbre de la vida de este niño. Soñámosla y desseamos larga vida a esta piedra preciosa y a esta pluma rica. ¿Por ventura tenemos merecimientos para que nos sea dado este niño? ¿Por ventura vino de paso por delante de nosotros? Señor mío, havéis hecho humanidad y cortesía en haver dicho las palabras de madre y padre, preciosas y maravillosas, que hemos oído. Y también havéis saludado y consolado a los que están presentes, que son padres y madres, viejos y viejas de canas venerables, en cuya presencia ha nacido este niño, que es cabellos y uñas de nuestros señores antepasados, los cuales llevó para sí nuestro señor. Todos los que aquí estamos hemos oído vuestra oración maravillosa y rara, y preciosas palabras, cierto, de padre y madre. Havéis abierto en nuestra presencia el cofre de vuestro pecho; havéis sacado de él y derramado piedras preciosas y muy raras, las cuales nuestro señor puso en vuestro pecho y en vuestro coraçón. Plega a dios que no las perdamos, siendo como son cosa de nuestro señor, porque somos olvidadizos y perdemos cosas muy preciosas. Y también el señor N, que aquí está presente, persona de gran valor, que rije y govierna, y por algunos días le tiene nuestro señor puesto, entretanto que parece otro que lo haga mejor, ha oído y entendido vuestro razonamiento, adornado de piedras preciosas y muy maravillosas sentencias de madre y padre que havéis dicho y que dentro de vos los ha puesto nuestro señor, que está en todo lugar.

Y por esso no me maravillo de lo que havéis dicho, porque él lo ha dicho, porque ya ha muchos días que pronunciáis las maravillas que os da nuestro señor en este oficio, y en este exercicio os havéis hecho viejos y canos venerables con estos dones suyos. El que está en todo lugar os ha hecho maravillosos y de sabiduría rara. Havéis hecho merced a nuestro señor muy tiernamente amado, N. ¿Quién será agora bastante para responder a la oración y salutación maternal y paternal que havéis pronunciado? No hay viejos; no tiene nuestro señor entre nosotros algunos antiguos; todos los ha nuestro señor yermado y acabado; na hay sino muchachos que agora viven. Estas pocas palabras que no tienen principio ni cabo concertado, muy desbaratadas, he dicho yo, que no deviera, respondiendo a la oración de madre y padre que havéis hecho. Descansad, señor mío, y reposad. Descansen vuestros pies y vuestras manos, porque havéis muy bien trabajado. Aquí habla otra vez el orador que fue embiado a saludar y a dar el parabién con su oración, demandando perdón de las faltas de las palabras de antes que havía dicho, y dize de esta manera: Con mis prolixidades y baxeças pienso que os seré penoso, que os fue causa de dolor de cabeça y estómago, o os fue causa de algún accidente de mala disposición. Por tanto, no quiero más dezir. Desséoos todo descanso y todo contento, señores nuestros. Después de esto uno de los viejos que allí están presentes, o alguno de los más honrados y muy principales, responde y ora por el señor que fue saludado, y dize: Señor mío muy noble, haos embiado acá el señor N, persona muy valerosa, el cual rije y govierna en tal pueblo, y truxistes sus palabras y su salutación, la cual hemos oído, y es maravillosa y preciosa y de mucha erudición.

Truxistes guardado y apuñado en vuestro puño cosa muy rara y muy curiosamente compuesta, donde ninguna falta ni fealdad hay. Es como una piedra preciosa sin tacha ni sin raça. Es como un zafiro muy fino, con la cual havéis saludado y orado delante de estos señores y principales. Y la causa ha sido porque ha nacido una piedra preciosa y una pluma rica que nuestro señor ha embiado, y porque ha nacido un chalchíuitl y ha crecido una pluma rica de nuevo. Y también el señor N que aquí está presente, nuestro señor, desde acá vesa los pies y las manos del señor N, y se postra en su presencia, desseando que haga todo su dever en el oficio de su govierno y reino, y en el negocio de regir la república que se ha de llevar a cuestas como carga muy pesada; dessea que con todas sus fuerças haga el dever. Con estas pocas palabras se ha respondido a la salutación que se ha hecho de parte de nuestros señores que acá os embiaron. Habla otra vez el mensajero, y dize: Ya he dicho y pronunciado aquí la salutación de nuestros señores que me embiaron acá. Por ventura olvidé algo; por ventura se me pasé algo de la memoria, o se me escabullió algo que no dixe. Agora ya he oído y entendido la respuesta con que nuestros señores que están presentes responden. Quiero llevar sus palabras a la presencia de mi señor. Cuando pare alguna muger de la gente común saludan al niño y a la madre y a los viejos y viejas de la manera que se sigue, con que antes ponen al niño esento en el regazo de la madre para que le vea el orador, y luego él dize: Seáis muy en hurabuena venido, nieto mío y hijo mío, -y si es hembra dize nieta mía y hija mía- havéis venido a este mundo de nuestro señor donde hay tormentos y lloros, lugar de descontentos y desasosiegos, donde hay calor y frío y viento, donde hay sed y hambre y donde el frío aflige.

Seáis muy bien venido. Havéis os cansado y fatigado. Vuestro cuerpo y vuestros huessos rescebirán tormento y fatiga. Buscaréis con gran diligencia y fatiga lo que havéis de comer y de bever con estremada pobreza. Rescebirán cansancio y fatiga vuestros huessos y vuestro cuerpo. Levantarse os han los cueros de las piernas y de las manos. Llagaros han las espinas y las çarças. Nieto mío, todas estas cosas havéis de sufrir si algunos días de vida nuestro señor os diere en este mundo. Pluguiese a dios, nieto mío, tamañito como estás te llevasse para sí; y si no pluguiese a dios esto, el cual está en todo lugar, y por quien todos vivimos, y conoce los coraçones y adorna con dones, si por ventura dios te diere vida, ¿qué ventura traes contigo? ¿Qué dones te fueron dados? El levanta, por cierto, del estiércol a quien quiere. ¿Por ventura serás algo? ¿Por ventura te levantará? ¿Por ventura serás algo en la guerra, que es lugar donde nuestro señor señala a los que han de ser algo? Allí escoge y ordena a los que han de ser piedras preciosas y plumas ricas. O por ventura tendrá por bien nuestro señor que seas algo en el mundo, quiere dezir, o serás rico labrador o rico mercader. Esperemos en nuestro señor, que está en todo lugar. Por ventura, si vivieres un poco sobre la tierra, o tendrás alguna buena ventura o has de ser aborrecido de todos; has de ser perseguido de todos, o por ventura tu ventura es que seas dado a los deleites carnales o a los latrocinios y hurtos.

Por ventura has de ser ajusticiado por tus pecados para que otros tomen castigo de ti, siendo sentenciado a muerte, para que te sea quebrada la cabeça entre dos piedras, o seas apedreado, o quemado, o ahogado, o ahorcado. Nieto mío, hijo mío, seáis bien venido. No sabemos qué es la voluntad de nuestro señor cerca de ti, ni sabemos qué ventura traes contigo. Esperemos a ver lo que hará nuestro señor. Descansa y reposa, hijo mío. Síguese lo que dize el orador cuando saluda a la parida: Señora y hija mía, havéis trabajado; havéis afanado; havéis seguido a vuestra madre Cioacóatl, la señora Quilaztli; havéis peleado varonilmente con la rodela y con la espada. Agora ya havéis echado aparte, con la ayuda de nuestro señor, la pelea mortal del parto. Aunque mañana o ese otro día, o desde aquí a cinco días o diez días, nos ha nuestro señor de matar, ante de mucho, a la verdad, hemos de ir adonde hemos de ir. ¿Cómo podemos escapar de la muerte? Al presente ha tenido nuestro señor por bien que has echado a las espaldas tu pesadumbre y tu trabajo. ¿Por ventura tendréis fines apartados tú y tu hijo? ¿Por ventura algún tiempo antes se acordará dios de ti y te llamará, y después de ti llamará a tu hijo? Agora, empero, no sabemos lo que determinará el que crio a ti y a tu hijo; no sabemos si mereceremos posseerle algún tiempo esta piedra preciosa. Por ventura gozaremos algún tiempo de la criatura que, nació; por ventura veremos los que somos viejos y viejas a esta piedra preciosa y a esta pluma rica; por ventura vivirá algunos días; por ventura será honra y loor de los viejos y viejas que passaron, sus antecessores, a los cuales nuestro señor quitó de sobre la tierra, cuyos cabellos y cuyas uñas él es; o por ventura soñamos, soñamos que tenemos algo y no tenemos nada; por ventura llevarle ha para sí el que le crio; por ventura quedará sin generación su linaje; por ventura murirá andando de puerta en puerta.

Y sobre todo esto es menester que no te ensubervezcas dentro de ti. Mira que no pienses que por tus merecimientos te es dado este hijo, que es piedra preciosa y pluma rica; mira que no pienses que tú lo has merecido; mira que llores y suspires con tristeza, y llama devotamente a nuestro señor, que está en todo lugar. Desseo que seas dichosa, señora mía. Oye, pues, otras dos palabras para conclusión de mi plática: mira que no trabajes demasiado; ve arreziándote y esforçándote poco a poco; no te burles contigo. Baste lo dicho que has oído y entendido, señora mía y hija mía. Aquí el orador endereça su oración o salutación a los padres del niño y a los viejos. Dize de esta manera: Señores y hijos míos, que aquí estáis presentes, y a los viejos y viejas de venerables canas que aquí estáis, en presencia de los cuales ha nacido este niño, que es como una piedra preciosa y una pluma rica a sus padres, y es a sus antepasados como una flor en hermosura, y como una espina de maguey en defensión de sus antepasados, los cuales nuestro señor los llevó para sí. Ya están en su recogimiento, en su reposo, adonde los embió nuestro señor en la cueva del agua en el infierno. De donde están es impossible que vengan a ver a los que acá están vivos, ni a los que agora nacen. No es possible que vengan a gozar de la merced que nos ha hecho nuestro señor. En su lugar estáis presentes para honrar y consolar como padres y madres, por hazer la voluntad de nuestro señor dios.

Pues aún estáis en este mundo, y por esta causa rescebís cansancio y fatiga en vuestros huessos y en vuestra carne, no hay, por cierto, esperar a los viejos que ya murieron que vengan aquí, de los cuales desciende esta piedra preciosa y esta pluma rica, por cuyo amor perdéis de hazer vuestras haziendas en vuestra casa, donde no estáis ociosos, por cierto. En esto havéis hecho misericordia, hijos míos, a los padres del niño; -si por ventura el orador es mancebo, dize "padres míos"-. Síguese la salutación o oración con que es saludado el padre del niño: Señor y mancebo honrado, ha tenido por bien nuestro señor, que está en todo lugar y por quien vivimos, que os ha nacido una piedra preciosa y una pluma rica, de la cual os ha hecho merced. Ya tenemos cierto su nacimiento y vida, pero aún soñamos y adivinamos si vivirá sobre la tierra. Ha nuestro señor atádoos en la muñeca una piedra rica y un sartal de chalchihuites. Aquí honramos y consolarnos vuestra cara y vuestra presencia. Nacistes y vivís. Ya havéis hecho vuestra imagen. Ha nacido. Quién sabe si durará sobre la tierra, o si será como cosa que va de pasada y que nuestro señor nos la da a ver como de pasada; quién sabe si se criará; quién sabe si nuestro señor tendrá por bien de sustentarle sobre la tierra algunos días; quién sabe si le perderás; quién sabe si te murirás tú y le dexarás en este mundo. Esto, por cierto, su criador lo sabe; él hará su voluntad. Y si esto así fuere, quedará desamparado y andará muerto de hambre por casas agenas, o por ventura se perderá; rescebirá cansancio y fatiga, y señorealse ha de él la miseria y la orfanidad.

Por ventura vivirá en suprema pobreza, y tendrá por sus riquezas coger yervas y vender leña, y vivirá en este mundo como hombre muy trabajado y fatigado y muy necessitado. Cierto está que nadie sabe qué es la voluntad de nuestro señor. Pongamos en él nuestra esperança, llorando y suspirando, y orando con devoción. Hijo mío, mancebo muy amado, allegaos a dios para que él disponga prósperamente del sucesso de vuestro hijo. En este negocio de saludar a los niños que están en la cuna y a sus padres no tiene medida, porque dura diez y veinte días el saludarlos. Cuando los que son saludados son principales, y señores los que saludan, danlos presentes de mantas ricas; y si la criatura es hembra, dan naoas y huipiles hasta veinte o cuarenta. Y esto llaman ixquémitl, que quiere dezir "ropa para embolver al niño". Entre los que no son señores, sino gente honrada o rica, llevan una manta y un maxtli, o unas naoas y un uipilli si es hembra la que nació. Y los que son de baxa suerte usan hazer esta salutación presentando comida y bebida.

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