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Datos principales


Desarrollo


Capítulo 108 Trata en este capítulo como Monteçuma mandó a todos los saçerdotes y algunos prençipales y otros comunes, ansí hombres como mugeres, si le soñasen se lo dixesen para pronosticar su declaraçión dél Llamó a sus mayordomos todos, díxoles: "Padres y abuelos míos, ¿nunca me abéis soñado alguna bez? O, si me soñardes, dezídmelo, que me holgaré en estremo de ello". Asimismo se los encargó a todos los saçerdotes y algunos prençipales que lo dixesen a sus conosçidos y bezinos para que si alguna persona le soñare ora sea bien ora sea en mal, que se lo dixesen, y a muchas personas se lo dixesen ellos, en espeçial a las mugeres biexas, porque son grandes adebinadoras. Sobre todo, le dixesen si biesen algunas cosas como pronósticos ora sea bisión o fantasma o lloro o genido de que no paresçen quién sea o abusión. Y que tengam gran cuenta de oyr de noche si anda la muger llama el bulgo Çihuacoatl y qué es lo que llora, si se lo pueden preguntar, pues es como ayre esta muger, que en un ymprouiso la berán aquí, luego la berán en Suchimilco o Tacuba o Chalco, con su boz y lloro. Dende algunos días binieron biexos y biexas, dixeron a los mayordomos que abían soñado y que era tocante al rrey. Lleuáronlos ante Monteçuma, los quales dixo que se sentasen. Dixo uno de los biexos que soñó bía que todo el templo de Huitzilopochtli poco a poco se yba quemando y que lo yban desbaratando: "Y esto es, señor lo que soñé". E luego otra muger biexa dixo: "Señor, soñé que tu casa la lleuaua un gran rrío; piedras y bigas se la lleuaua el agua".

Rresçibió tan grande enojo de oyr esto que llamó luego a Petlacalcatl, su mayordomo, díxole: "Lue 154r lleuad a la cárçel a estos bellacos biexos y mueran allí de hambre qual bienen estos bellacos". Y muchos otros biexos y prinçipales y sahumadores le soñauan, mas no osauan dezírselo porque no los echase las cárçeles y costarles las bidas. Con todo, otra bes mandó a los saçerdotes y de los templos y a los ayunadores y beladores de noche tubiesen espeçial cuenta de saber lo que de noche se haze en el çielo y las estrellas y sueños o sesiones, fantasmas, que, como no se lo dezían, rrespondiéronle: Señor nro, hasta agora no abemos oydo ni bisto nenguna cosa ni sueño de alguna cosa graue". Con este enojo llamó a Petacalcatl (mayordomo), díxole: "Lleuadme a todos estos bellacos a la cárçel". E todos le rrogauan a Petlacalcatl que para tenerlos allí con dolor que más balía luego concluyese con ellos y los matasen a todos y no çofrir de estar allí tapiados con dolor. El mayordomo, condoliéndose dellos, se lo trató a Monteçuma y bisto esto, mandó los sacase de allí, se estubiesen en el patio. Y así estubieron algunos de ellos y vinieron a morir la prisión algunos de ellos. E mandó Monteçuma a Petlacalcatl llamase a todos los mayordomos de todos los pueblos, de cada pueblo el suyo, díxoles fuesen los pueblos que ellos tienen comendados e le buscasen ningrománticos los pueblos y si los hallasen, se los truxesen.

Y algunos mayordomos truxeron algunos, los quales, benidos y dado abiso dello a Monteçuma, traídos ante él, tran y hincan una rrodilla en el suelo, le hizieron gran rreuerençia e les dixo: "¿Abéis bisto algunas cosas en los çielos o en la tierra, en las cueuas, en lagos de agua honda, ojos, fuentes manantiales de agua, algunas bozes como de muger dolorida o de hombres, bisiones, fantasmas, trasgos, otras cosas de estas?" Como no ubiesen bisto cosa de las que deseaua Monteçuma de las que le preguntó, dixo a Petlacalcatl: "Lleuadme a estos bellacos y serraldos en la cárçel de cuauhcalco de maderones, que ellos lo dirán aunque no quieran". E otro día llamó a Petlacalcatl, díxole: "Dezildes a esos encantadores que declaren alguna cosa que bendrá, ora nueua, ora fermedad, pestilençia, ora hambre, ora langosta, ora torromotos de aguas o secura de año que no llouerá, lo digan. O si fuere guerra contra mexicanos o si bernán muertes súpitas o muertes por animales benidas, que no me lo escondan; si an oydo llorar al Çihuacoatl, tan nonbrada en el mundo, que quando algo a de susçeder lo ynterpeta ella primero con muchos antes de ser ello". Respondieron los ningrománticos: "¿Qué podemos dezir?, que ya está dho y tratado en el çielo lo que será, porque ya se nombró su nombre en el çielo, que se trató de Monteçuma, que sobre él y ante él a de susçeder y pasar un misterio muy grande. Y si de esto quiere nro, rrey Monteçuma saber, es tan poco luego será ello tendido, porque a quien se mandó presto bendrá.

Y esto es lo que dezimos nosotros para que esté satisfecho. Y pues a de ser ello así, aguárdelo". Fue luego el Petlacalcatl, tratóselo de plano a Monteçuma, como presto bendría lo que abía de benir. Monteçuma admiróse de ueer que conformaua esto con lo que le dexó dicho el rrey Neçahualpilli. Díxole Monteçuma al mayordomo: "Preguntaldes que esto que a de ser ¿de dónde a de uenir, del çielo o de la tierra, de qué parte, de qué lugar, quándo será?" Boluía Petlacalcatl a rretificar la pregunta a los encan 154v encantadores y entrando y abriendo las puertas, no halló a persona alguna, de que quedó muy espantado. Fue luego Petlacalcatl a contarlo a Monteçuma. Llegado ante él, dixo: "Y, señor mío, hazed taxadas o lo que más fuéredes serbido. Sabed, señor, que quando llegué y abrí las puertas estaua todo yermo, uno ni nenguno. Pues yo tanbién go espeçial cuenta, porque tengo allí biexos con la mesma guarda de ellos o de otros e no los sintieron salir, y creo bolaron, como son ynbisibles y se hazen todas las noches ynbisibles y se ban un punto al cabo del mundo". "Esto debrían de hazer", dixo Monteçuma. "Báyanse los bellacos. Llamá a los prençipales Cuauhnochtli y Tlacochcalcatl y a los demás, que bayan a los pueblos donde ellos están y maten sus mugeres y hijos, que no quede uno ni nenguno y les derriben las casas". Hizo llamar muchos mançebos fuesen con ellos a saquear casas de las mugeres de los ningrománticos, los quales se juntaron luego y fueron a las casas de ellos y mataron a sus mugeres, las yban ahogando con unas sogas, y a los niños yban dando con ellos las paredes, hechos pedaços; y con esto, hasta el çimiento de las casas arrancaron de rraíz .

E dende luego otro día bino un maçehual natural de Mictlancuauhtla que no lo bió nadie o prençipal alguno, sólo de su autoridad. Llegado llegó, fuese derecho al palaçio de Monteçuma, díxole: "Señor y rrey nro, perdonáme mi atreuimiento. Yo soy natural de Mictlancuauhtlan y llegué a la orilla de las aguas del çielo, la mar grande. Bide andar como una sierra o çerro grande en medio de la mar, que andaua de una parte a otra y no llega a las orillas. Y esto jamás lo emos bisto y como guardadores que somos de las orillas de la mar". Dixo Monteçuma: "Sea norabuena. Descansad". Y este yndio que bino con esta nueua no tenía orejas, hera desorejado, tanpoco tenía dedos los pies, que los tenía cortados. Díxole a Petlacalcatl: "Lleuad a este y ponedlo la cárçel del tablón y mirá por él. Hizo llamar a un Teuctlamacazqui, díxole: "Yd a Cuetlaxtlan y dezilde al que guarda el pueblo si es berdad que andan por la Gran Mar no sé qué ni lo que es, lo bayan a beer y que qué es lo que guarda no es lo que guarda la Gran Mar del Çielo. Y esto sea con toda breuedad y presteza. Y lleuá consigo en buestra conpañía a Cuitlalpitoc". Llegados a Cuetlaxtlan, cuéntanle la baxada de Monteçuma y estaua tan atento escuchando el Cuetlaxtecatl llamado Pinotl. Rrespondió: "Señor, descansad y bayan luego pláticos bean y anden a las orillas de la mar y berán lo que es". Boluieron a toda priesa a dar notiçia al calpixque Pinotl como era berdad que andauan dos como torres o çerros pequeños por çima de la mar.

Dixo el teucnenenque a Pinotelt: "Señor, quiero yr en persona a berlo como son para dar fee como testigo de bisto y estaré con esto satisfecho y haré la rrelaçión conforme". Y así, fue luego con otros tres, que era el Cuitlalpitoc y otro cuetlaxtecatl. Como llegaron y los bieron que andauan ya por la orilla de la mar y abían salido con un barco y estauan pescando siete u ocho dellos con azuelos. Y el teucnenenqui 155r y el Cuitlalpitoc se subieron un árbol que llaman árbol blanco, con mucha copa, y los estauan mirando desde allí como coxían el pescado y acabados de pescar, se boluieron otra bez a la nao con su batel o barquillo. Dixo el teucnenenqui: bámonos, Cuitlalpitoc". Baxáronse del árbol y boluiéronse al pueblo de Cuetlaxtlan y así, con esto, se despidieron de Pinotetl. Boluiéronse con toda la breuedad del mundo a la gran çiudad de Mexico Tenuchtitlan a dar la rrazón de lo que abían ydo a beer. Llegados a Mexico, fueron derechos al palaçio de Monteçuma, al qual hablaron con la rreuerençia y umildad debida. Dixéronle: "Señor y rrey nro, es berdad que an benido no sé qué gentes abían llegado a los orillas de la Gran Mar, los quales andauan pescando con cañas y otros con una rred que echauan, hasta ya tarde, que luego entraron en una canoa pequeña y llegaron hasta las dos torres muy grandes y subieron dentro. Y las gentes serían como obra de quinze personas, unos como sacos colorados, otros de azul, otros de pardo y de berde y una color mugrienta como nro ychtilmatle (anjeo), otros de encamado. Y las cabeças algunos puestos unos paños colorados, y heran bonetes de grana, y otros muy grandes, rredondos, a manera de comales pequeños, que deuen ser guardasol, son sonbreros, y las carnes de ellos muy blancos, más que nras carnes, eçeto que todos los más tienen barba larga y cabellos hasta la oreja les da". Y Monteçuma estaua tan cabisbaxo que no habló cosa nenguna.

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