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CANTO QVINZE Como salio el campo para passar el Rio del Norte, y como se despacho el Capitan Aguilar, a espiar la tierra, y como estuuo para degollar, por auer quebrado el orden que le dieron, por cuya causa el Gouernador se adelanto para los pueblos, y de las cosas que fueron sucediendo, hasta que el Gouernador quiso hazer assiento y poblar la tierra La cumbre mas subida y mas gallarda, Que al buen soldado illustra y le lebanta, Dexo, la con que el alma se enrriqueze, Es la noble nobleza de la honrra, Que por solo valor, por excelencia, Por prudencia, por ser, y por esfuerço, De virtud propria, vemos que se alcaça, Y porque ay grandes honrras que deshonrran, Y vituperios ay tambien que honrran, Solo se aduierte, nota, y se pratica, Que aquella que es perfecta y verdadera, Que no consiste en mas, que en merecerla, Y si la grande alteza deste gusto, Faltase à los guerreros que professan, El belico exercicio, casi apenas, Hallaramos vn hombre que quisiera, Lleuar alegremente los trabajos, Que el rigor de la guerra trae consigo, Si el triunfo desta impressa no le hiziera, Ligera aquella carga tan pesada, Para arresgar por ella cien mil vidas, Y otras tantas con ellas si tuuiera, Y assi llamados todos los soldados, Desta su vida, gloria lebantada, Por solo merecerla, y alcançarla, Bueltos al gran trabajo lebantaron, A todo vuestro campo, y le pusieron, De essotra vanda de las aguas turbias, Que del Norte decienden en vn puesto, Seguro y abundante, de buen pasto, Cuia grandeza juntos la assentaron, Desnudos, y descalços quebrantados, A fuerça de sudor, y de los braços, Hechos pedazos todos, ya rendidos, Y porque ya muy cerca de poblado, Sentia el General que el campo estaua, Por preuenirse en todo, mandò luego, Que Pablo de Aguilar con seys soldados, En cauallos ligeros se aprestase, Y con todo secreto y buen recato, La tierra le espiase, y, que si viesse, Alguna poblacion, que luego al punto, Qual la libiana jara que se arroja, A la subida cumbre que en llegando, Al puesto donde el arco le permite, Luego la vemos todos que rebuelue, Que assi luego boluiesse, sin que en esto, Otra cosa ninguna dispensase, Y para mas forçarle y obligarle, Mandole que con pena de la vida, Deste mandato expreso no excediesse, Saliendo el Aguilar con este orden, El campo fue marchando las riberas, Deste copado Rio caudaloso, Cuios incultos baruaros grosseros, En la passada edad, y en la presente, Siempre fueron de bronco entendimiento, De simple vida, bruta, no enseñada, A cultiuar la tierra, ni romperla, Y en adquirir hazienda, y en guardarla, Tambien de todo punto descuidados, Solo sabemos viuen de la caza, De pesca, y de raizes que conozen, Tras cuia vida todos muy contentos, De las grandes Ciudades oluidados, Bullicio de palacio, y altas Cortes, Passan sin mas zozobra sus cuidados, Estos con gusto bien nos ayudaron, A passar por sus tierras sin rezelo, Y estando ya señor para dexarlos, Tomando otra derrota deste Rio, Llegò Aguilar, y dixo auer entrado, En el primero pueblo de la tierra, Sin respecto ninguno de aquel orden, Que nuestro General mandò tuuiesse, Por cuia justa causa estuuo à pique, De darle alli garrote, fino fuera, Por la fuerça de ruegos que cargaron, Por el, y por la gente que lleuaua, Ecepto Iuan Piñero, porque quiso, Guardar en todo el orden que les dieron, Y como no ay temor si con prudencia, Preuenimos el golpe que amenaça, Que vn sossegado puerto no nos muestre, Temiendo el General que luego alçasen, Todos los bastimentos con presteza, Los baruaros, y luego despoblasen, Cincuenta buenos hombres, bien armados, Con el mandò que fuessen, y dexando, Al Alferez Real por su teniente, Lleuando à nuestro Padre Comissario, Y al Padre fray Christoual, fue marchando, Con tan ligero passo, y presto curso, Que muy breue se puso por sus tierras, Y estando bien à vista de los pueblos, Parece que la tierra estremecida, Sintiendo la gran fuerça de la iglesia, Sacudiendo los idolos furiosa, Con violencia horrible arrebatada, Y tempestad furiosa y terremoto, Estremecida toda y alterada, Assi turbada fue con brauo asombro, Cubriendo todo el cielo de entricadas, Nuues tan densas, negras, y espantosas, Que paboroso pasmo nos causauan, Viendolas encender por cien mil partes, Con tremendos relampagos y fuegos, Y vertiendo gran lluuia fue rompiendo, Con truenos grimosisimos los montes, Los valles, cerros, riscos, y collados, Despidiendo de piedra tan gran fuerça, Que rendidos los Padres se pararon, Y al poderoso Dios à grandes vozes, Socorro le pidieron, y acabada, Toda la letania con sus prezes, Sin otras oraciones que rezaron, Con suma reuerencia alli contritos, Condolido el Señor, mostrò la fuerça, De aquel turbion grimoso lebantado, Qual poderoso mar soberuio hinchado, Que recogido el viento se sossiega, Y vna grande bonança à todos muestra, Assi dio buelta luego el alto Ciclo, Mostrandose tan claro, y tan sereno, Qual suele estar el Sol, quando sus rayos, Por medio de su curso nos descubre, Con cuio noble tiempo fue llegando, El General al pueblo, y luego juntos, Los baruaros salieron à nosotros, Y viendo al Comissario que lleuaua, Arbolada vna Cruz en la derecha, Todos con gran respecto la vesaron, Y a nuestro General ouedecieron, Alojandole dentro de su pueblo, En cuias casas luego reparamos, En vna grande suma que tenian, De soberuios demonios retratados, Feroces, y terribles por extremo, Que claro nos mostrauan ser sus dioses, Porque al dios del agua, junto al agua, Estaua bien pintado, y figurado, Tambien al dios del monte, junto al monte, junto à pezes siembras, y batallas, Y todos los demas que respetauan, Por dioses de las cosas que tenian, Y tienen una cosa aquestas gentes, Que en saliendo las mozas de donzellas, Son à todos comunes, sin escusa, Con tal que se lo paguen, y sin paga, Es vna vil bageza, tal delito, Mas luego que se casan viuen castas, Contenta cada qual con su marido, Cuia costumbre, con la grande fuerça, Que por naturaleza ya tenian, Teniendo por certissimo nosotros, Seguiamos tambien aquel camino, Iuntaron muchas mantas bien pintadas, Para alcançar las damas Castellanas, Que mucho apetecieron y quisieron, Tambien notamos, ser aquestas gentes, Manchadas del bestial pecado infame, Y en esto fue tan suelta su soltura, Que sino diera gritos vn muchacho, De nuestra compañía, le rindiera, Vn baruaro de aquellos que por fuerça, Le quiso sugetar, y fino fuera, Por la gran tierra que por medio puso, Fuera caso impossible que quedara, Semejante delicto sin castigo, Con ello fuimos todos por los pueblos, Con notable contento, aunque aguado, Por no saber las lenguas destas gentes, Y darles a entender nuestros intentos, Y por ser otro dia aquella fiesta, Del gran san Iuan Baptista, luego quiso, El General que el campo se assentase, En vn gracioso pueblo despoblado, De gentes y vezinos, y abundoso, De muchos bastimentos que dexaron, Aqui con gran recato preuenidos, La mañana graciosa celebraron, En los cauallos de armas los soldados, En dos contrarios puestos diuididos, Cuias ligeras puntas gouernauan, En vna bien trabada escaramuça, El buen Maese de campo, y gran Sargento, Las poderosas lanças rebouiendo, Con vizarro donaire desembuelto, Y luego que los vnos y los otros, Rompieron gruessas lanças y prouaron, Las fuerças de sus pechos en torneos, Que con bella destreza tornearon, Quedaron para siempre señalados, Por buenos hombres de armas, y de impresas, El Maese de campo, y el Sargento, El Capitan Quesada, con Bañuelos, El Capitan Marçelo de Espinosa, Pedro Sanchez, Monrroi, y Antonio Conde, El Alferez Romero, Alonso Sanchez, Iuan de Leon, Damiero, y los Robledos, Acabadas las fiestas, luego entraron, Tres baruaros graciosos desembueltos, Y estando el General con gran contento, Con todos los soldados platicando, Assi los tres se fueron à su puesto, Y estando junto del, algo risueño, El vno dellos, dixo en altas vozes, Iueues, y Viernes, Sabado, y Domingo, Y qual si fuera aquella gran culebra, Que en la expulsion de los Tarquinos vieron, Ladrar dentro de Roma los Romanos, Que atonitos quedaron del portento, Assi desatinados nos colgamos, De la lengua de aquel que mas no quiso, Hablar otra palabra Castellana, Y visto el General su gran silencio, A todos los prendio, por cuia causa, El mismo baruaro algo temeroso, Dixo Thomas, Christoual, señalando, Que los dos destos nombres, dos jornadas, Estauan de nosotros, bien cumplidas, Y apurandole mucho conozimos, Que nunca jamas supo mas palabras, Que aquestas que nos dixo Castellanas, Con sola aquesta lumbre alegres todos, Lleuandolos con gusto y con recato, Salio el Gouernador con toda priessa, En busca de los dos que baptizados, Por los dos Santos nombres parecian, Y haciendo jornada en vn buen pueblo, Que Pùarài llamauan sus vezinos, En el à todos bien nos recibieron, Y en vnos corredores jaluegados, Con vn blanco jaluegue recien puesto, Barridos y regados con limpieça, Lleuaron à los Padres, y alli juntos, Fueron muy bien seruidos, y otro dia, Por auerse el jaluegue ya secado, Dios que à su santa Iglesia siempre muestra, Los Santos que por ella padecieron, Hizo se trasluziesse la pintura, Mudo Predicador, aqui encubrieron, Con el blanco barniz, porque no viessen, La fuerça del martirio que passaron, Aquellos Santos Padres Religiosos, Fray Agustin, Fray Iuan, y Fray Francisco, Cuios illustres cuerpos retratados, Los baruaros tenian tan al vino, Que porque vuestra gente no los viese, Quisieronlos borrar con aquel blanco, Cuia pureza grande luego quiso, Mostrar con euidencia manifiesta, Que à puro azote, palo, y piedra fueron, Los tres Santos varones consumidos, Y como siempre prende el que assegura, Mandò el Gouernador con gran recato, Que alli desentendidos se mostrasen, Y que en manera alguna no pusiessen, La vista en la pintura, pues con esto, Assegurados todos passarian, Al pueblo de Thomas, y de Christoual, Y assi con el secreto que importaua, Cuia custodia y guarda es vna cosa, Con gran razon de todos estimada, Quando el Baruaro pueblo ya entregado, Estaua con reposo al dulze sueño, Qual vn valiente tigre que agachado, Con el oydo atento y vista aguda, Los gruessos pies y manos va sacando, El poderoso lomo recogiendo, Para alentar mejor el presto salto, Sobre el ligero pardo descuidado, Assi quando rindieron la modorra, Salio de aqueste pueblo recatado, Nuestro Gouernador, y fue marchando, La noche toda en peso, y puso cerco, Al pueblo de los dos que se llamauan, Christoual, y Thomas, en cuias casas, Aquellos que prendimos nos pusieron, Y luego dentro dellas se arrojaron, El prouehedor Zubra, y Iuan de Olague, El Alferez Zapata, y Leon de Isasti, Munuera, Iuan Medel, Alonso Nuñez, Y Pedro de Ribera, Gentiombre, De vuestro General, y de su mesa, Francisco Vazquez, y Christoual Lopez, Manuel, Francisco, Vido, y Montesinos, Segundo Paladin en bien feruiros, Que estos dieron con ellos en la cama, Y della los sacaron y truxeron, A nuestro General, con quien hablaron, En español, y en lengua Mexicana, Diziendo que ellos eran ya Christianos, Y que fueron de aquellos que Castaño, Trujo de nueua España, y que quisieron, Quedarse en aquel puesto donde estauan, A vsança de la tierra ya casados, Nunca jamas se hallò tan gran tesoro, Ni bien tan lleno, rico y abundoso, Quanto el Gouernador, sintio tenia, Con los dos baptizados que delante, Con el hablauan lengua que entendia, Y que tambien sabian y alcançauan, Aquella que los baruaros vsauan, Mediante cuios medios luego pudo, Manifestar su intento, y sus conceptos, Por toda aquella tierra donde vimos, Muy buenas poblaciones assentadas, Por sus quartos y plaças bien quadradas, Sin genero de calles, cuias casas, Tres, cinco, seys, y siete, altos suben, Con mucho ventanaje y corredores, A la vista graciosa desde afuera, Cuios vezinos tienen tantas hembras, Quantas les es posible dile sustenten, Son lindos labradores por extremo, Ellos hilan y tejen, y ellas guisan, Edifican y cuidan de la casa, Y visten de algodon vistosas mantas, De diuersos colores matizados, Son todos gente llana y apazible, De buenos rostros bien proporcionados, Rebueltos, prestos, sueltos, y alentados, No mancos, no tullidos, no contrechos, Mas de salud entera reforçada, De miembros muy bien hechos y trabados, Y tienen vna cosa aquestas gentes, Digna de noble estima y escelencia, Y es, que nunca han tenido, ni han vsado, Ninguna borrachera ni breuage, Con que puedan priuarse de sentido, Argumento euidente que los tiene, La Magestad del Cielo ya dispuestos, Para el rebaño santo, que escogido, Esta para saluarse señalado, Son lindos nadadores por extremo, Los hombres y mugeres, y son dados, Al arte de pintura, y noble pesca, No tiene ley, ni Rey, ni conozemos, Que castiguen los vicios ni pecados, Es toda behetria no enseñada, A professar justicia, ni tenerla, Y son supersticiosos hechizeros, Idolatras perdidos, inclinados, A cultiuar la tierra, y à labrarla, Cogen frisol, maiz, y calabaça, Melon, y endrina rica de Castilla, Y vbas en cantidad por los desiertos, Y después que con ellos nos tratamos, Cogen el rubio trigo y hortaliza, Como es lechuga, col, haua, garbanço, Cominos, zanaorias, nabos, ajos, Zebolla, cardo, rabano, y pepino, Tienen graciosa cria de gallinas, De la tierra, y Castilla, en abundancia, Sin el carnero, baca, y el cabrito, Tienen caudales Rios, abundosos, De gran suma de pezes regalados, Como es bagre, mojarra, y armadillo, Corbina, camaron, robalo, aguja, Tortuga, anguila, truchas, y sardinas, Sin otra buena suma que notamos, En tanta cantidad que à solo anzuelo, Vn solo Castellano, en solo vn dia, A venido con seys y mas arrobas, De pezes regalacios, y no cuento, Otras cosas grandiosas que la tierra, Produze, abraza, y tiene de nobleza, Con cuias buenas partes muy gustosos, Hizinios el assiento que tenemos, Segun que en otro canto lo veremos.

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