Bergantines que hizo construir Cortés y españoles que juntó contra México

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Bergantines que hizo construir Cortés y españoles que juntó contra México Era tanta la fama de la prosperidad y riqueza de Cortés al tiempo que tenía en su poder a Moctezuma, y con la victoria contra Pánfilo de Narváez, que todos los españoles de Cuba, Santo Domingo y las demás islas se iban con él de veinte en veinte y como podían, aunque a muchos de los que fueron les costó la vida, pues en el camino los mataron los hombres de Tepeacac y Xalacinco, según queda dicho, y otros, que por verlos venir en pequeñas cuadrillas y estar Cortés arrojado de México, se les atrevían. Aun así llegaron a Tlaxcallan tantos, que se rehizo su ejército, y que le dieron ánimo de apresurar la guerra. No podía Cortés tener espías en México, pues en seguida conocían allí a los tlaxcaltecas en los bezos y orejas y en otras señales, y tenían mucha vigilancia y pesquisas sobre ello; y por eso no sabía las cosas de aquella ciudad tan por entero como deseaban para proveerse de lo necesario. Solamente le había dicho un capitán de Culúa, que fue preso en Huacacholla, cómo, por muerte de Moctezuma, era señor de México su sobrino Cuetlauac, señor de Iztacpalapan, hombre astuto y valiente, y el que le había hecho la guerra y echado de México; el cual se fortalecía con fosos y trincheras y muchas clases de armas, especialmente de lanzas muy largas como las que hallaron en los ranchos de la guarnición de Culúa, que ya estaban en lo de Huacacholla y Tepeacac, para ofensa de los caballos; y que suspendía los tributos y toda clase de pecho por un año, más el tiempo que la guerra durase, a todos los señores y pueblos a él sujetos, si mataban a los españoles o los echaban de sus tierras; cosa con que ganó mucho crédito entre sus vasallos, y que les dio ánimo de resistir y aun ofender a los españoles.

Y no fue mal aviso el de las lanzas, si los que las habían de llevar en la guerra tuvieran destreza para esperar y herir con ellas a los caballos. Todo lo que el cautivo dijo era verdad, excepto que Cuetlauac había ya fallecido de viruelas, y reinaba Cuahutimoccín, sobrino, y no hermano, como algunos dicen, de Moctezuma; hombre muy valiente y guerrero, según después diremos, y que envió sus mensajeros por toda la tierra, unos a quitar los tributos a sus vasallos, y otros a dar y prometer grandes cosas a los que no lo eran, diciendo cuánto más justo era seguirle y favorecerle a él que no a Cortés, ayudar a los naturales que a los extranjeros, y defender su antigua religión que acoger la de los cristianos, hombres que se querían hacer señores de lo ajeno; y tales, que si no les defendían en seguida la tierra, no se contentarían con ganarla toda, sino que tomarían la gente por esclavos, y la matarían; pues así le estaba certificado. Mucho animó Cuahutimoccín a los indios contra los españoles con estos mensajes; y así, unos le enviaron ayuda, y otros se pusieron en armas; empero muchos de ellos no hicieron caso de aquello; y o se adherían a los nuestros y a Tlaxcallan, o se estaban quietos, por miedo o por fama de Cortés, o por el odio que tenían a los mexicanos. Viendo, pues, esto, acordó Cortés comenzar cuanto antes la guerra y camino de México, antes de que se enfriasen los indios que le seguían, o los españoles, que con el buen suceso en las guerras pasadas de Tepeacac y las demás provincias no se acordaban de las islas: tanto puede una buenandanza. Pasó revista a los suyos el segundo día de Navidad. Halló cuarenta de a caballo y quinientos cuarenta de a pie, ochenta de ellos con ballestas o escopetas, y nueve tiros con no mucha pólvora. De los caballos hizo cuatro escuadras, de diez cada una, y de los peones nueve cuadrillas, de sesenta compañeros cada una. Nombró capitanes y oficiales del ejército, y a todos juntos les habló así:

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